No es importante, pero cuando un 42,6% de la
población vasca de entre 30 y 34 años cuenta con educación superior,
entre otros datos, se espera otro nivel por parte de la «clase
política».
Al margen del deficiente currículum académico de tres de los cuatro
candidatos a lehendakari, que estos sean también personas que nunca han
trabajado fuera del partido respectivo es como poco significativo. Los
tres candidatos que han hecho de la fidelidad al aparato político
respectivo carrera profesional son personas ajenas a los problemas de
miles de personas porque nunca los han vivido. Son insolventes. A día de
hoy, la política homologada por el sistema los iguala. Pelean «de
mentiras» por la mediocre gestión de la voluntad y los intereses del
verdadero poder, el Capital. Son clones «de provincias» de Rajoy o
Zapatero que dicen no estar conforme con lo que «les imponen», pero «han
de obedecer».
O sea, buenos chicos. La generación VASP -Vascongados
Antiindependentistas Sumisos al Poder- lealtad garantizada,
tergiversación propagandística y el rostro humano de lo hoy
«democrático»: el saqueo social y el buen rollo con el Reino español
para salir «de la crisis».
Y en esto llegó el PP «de Euskadi» a evitar lo ineludible, la
flagrante derrota electoral del unionismo. Pariendo titulares desde lo
obsceno y lo políticamente inconsistente para pretenciosamente ganar
pantalla, pese al déficit innato de la derecha para la ironía, el
tsunami de sandeces no pasa de ser una retahíla de insultos a la
inteligencia que evidencian un mal asesoramiento en marketing
comunicativo.
«Bolinaga debe estar orgulloso de ser español» (un inciso. ¿La moda
de llamar a Iosu Uribetxebarria por su segundo apellido para evitar el
primero es por incapacidad intelectual general de los españoles para
reproducir un apellido vasco o un homenaje a su madre?), o la
«independencia obligatoria», lema de campaña, son dos ejemplos, entre
decenas, que demuestran que los voceras del PP son bastante escasitos.
Ante la inevitable victoria del independentismo,
solo queda el discurso apocalíptico y el cínico insulto a la
inteligencia: «la independencia obligatoria». Obviar que la única
imposición histórica obligatoria es la esencia de la propuesta
unionista, la España indivisible garantizada por la amenaza de las
fuerzas armadas, ha sido común hasta ahora, pero decir que la
independencia «es obligatoria» es injuriar al conocimiento.
Aunque bien pensado puede que tenga razón, «inevitable» es sinónimo de «obligatorio».
La mediocridad hispanoforme es tan agraviante que la misma idea de
España genera independentistas, incluso entre los asépticos, los ajenos
al independentismo. Atentos al Principat de los Països Catalans. Cada
día son más los que al margen de las ideas, los principios o el corazón
sienten la necesidad de optar por la independencia como única opción
posible para superar el descomunal desastre que es la España atada y
bien atada.
El integral despropósito español contrasta con los indicadores
socioeconómicos vascos. No hay que ser Einstein para intuir que el
agujero negro español es el Titanic con formas de Armada Invencible
futbolística en el que sigue tocando sin cesar la rancia orquesta
borbónica mientras se hunde en el abismo sin retorno.
España es la decadencia, la ruina obligatoria. Todo el mundo lo sabe,
lo presiente. Un sumidero corrupto además de chabacano. Dictablanda o
demodura de súbditos lobotomizados por Anne Germain o «la Roja»,
mientras son estafados en masa por los banksters financieros más
políticamente correctos, que llaman ladrón y sinvergüenza, a la
excepción que confirma la regla, Gordillo y los campesinos
revolucionarios del SAT. Los únicos que no son del PPSOE.
Bartolinesca «Marca España». Menudo percal. Desde el
rey y su «campechano» entorno, creadores máximos de la más patética
liporia internacional producible, hasta la caciquilla valenciana del
«que se jodan», elocuente ella, pasando por el gallego que «no llega a
fin de mes» con 5.400 eurazos de sueldo, sin olvidar al «007» sin puntos
en el carné, Carromero, que va a «asesorar» a la gusanera cubana y la
decapita, o la lúgubre Policía «de luxe» justificando su ineptitud en
máxima audiencia en el canal de la Princesa del Pueblo. Pero si Torrente
y José Luis Moreno guionizan la «alta política» española, en la
«popular» hasta los gags de Mr Bean se hacen realidad en el Hispanistán
Bartoliniano de Antonio, Ecce Homo. Hispanistán, esquilmado y saqueado
Reino de Inditex y el Cachuli, en el que los millones de parados y
precarios sobreviven gracias a esquilmar los ahorros, bienes y rentas de
generaciones previas de trabajadores jubilados, ganados a base de
sangre, sudor y lágrimas; ese desierto obligatorio es lo que hace que
cada día más vascos de todo tipo y condición vean la independencia, el
estado vasco, como única opción obligatoria para poder sobrevivir y ser
libres.
Y ni mentemos la sinvergonzonería bananera de los 300.000
«exiliados», que ahora son 83.000 para un siguiente pucherazo, por no
hablar del dolor que genera la baba rabiosa que supura el unionismo ante
su derrota política, que pagan a modo de impotente venganza los
prisioneros políticos vascos.
Vivimos tiempos decisivos. Penúltimo acto histórico. El
independentismo está rentabilizando décadas de militancia resistente
decisiva para afrontar los sucesivos intentos de asimilación. Y a la
par, está articulando las bases democráticas inapelables que permitirán
la mayoría hegemónica que permita proclamar la independencia.
Hasta ahora la razón de ser de miles de vascos en
Euskal Herria venía del «gu sortu ginen enbor beretik sortuko dira
besteak...», transmitiéndose de generación en generación. Un potosí han
dado algo o todo por tratar de recuperar una soberanía hurtada, han
sentido la necesidad y el deber de pensar en clave de nación vasca para
garantizar el futuro individual y colectivo de esta comunidad cultural
preindoeuropea.
Muchísimos han abrazado el independentismo aprehendidos y aprendiendo
a amar el euskara y la tierra en la que viven y han decidido vivir y
trabajar. Y ahora, además, otra mucha gente, ajena a esos presupuestos
ideológicos mayoritarios, a esos sentimientos, miles más que viven y
trabajan en Euskal Herria, que son y han sido indiferentes a esa
necesidad colectiva mencionada, son independentistas, incluso sin
saberlo.
Sí, son «los Alcántara», los «apolíticos» del «hijo mío, no te metas
en líos», los que votan a caballo ganador, al margen de cuál sea este.
Es la masa demoscópica electoralmente determinante que empieza a
entender hoy, en clave personal, que solo la independencia garantiza un
status quo próspero, algo que hoy España solo deteriora. Nuestros
indicadores dicen que somos más alemanes que españoles y así hasta el
discurso más egoísta de derecha «apolítica» refrenda hoy el
independentismo como opción inevitable, fundamental.
Incluso minoría marginal que siente España como su nación y es
ideológicamente unionista sabe en su fuero interno que ante Hispanistán o
una Euskal Herria independiente, esta última opción es «obligatoria» si
quieren garantías de bienestar y prosperidad.
Sí, Antonio, la habéis hecho «obligatoria» porque es inevitable.